MONSEÑOR POLTI EXHORTÓ A PRACTICAR LA HUMILDAD Y SENCILLEZ DE
JESÚS
El Obispo de Santiago del Estero presidió la misa central
realizada en honor al Señor de los Milagros. En su homilía, Francisco Polti
dijo que la celebración de este domingo “constituye una llamada para abrazar
con amor las pequeñas o grandes cruces que se presenten en la vida”.
Publicado el 16/09/2012 - Ante cientos de fieles que
llegaron a la villa para rendir honor al Señor de los Milagros, Polti celebró
la misa y destacó las manifestaciones de amor y fe de todos los que
peregrinaron para dejar sus intenciones y acciones de gracia.
“Nosotros, los cristianos, nos gloriamos en la cruz de
Nuestro Señor Jesucristo. Cuando nos acercamos a la imagen de Nuestro Cristo Crucificado
y la besamos con piedad, experimentamos en nuestra vida el amor de Dios que se
derrama a través de esa bellísima imagen de Cristo crucificado. Y es que en
Cristo crucificado todos nosotros podemos poner nuestras tristezas y nuestras
angustias. En Él ponemos nuestra fe y nuestra esperanza. También acudimos a Él
con alegría a darle gracias y a alabarlo por los favores recibidos, porque en
Él también tenemos puesto nuestro gozo”, destacó Polti durante la celebración.
Luego, el Obispo destacó: “Sabemos que es en Cristo
Crucificado donde se resume maravillosamente quien es Dios. Mirando la Cruz del Señor es donde
podemos decir. “Porque tanto amó Dios al mundo que entregó a su Hijo único,
para que todo el que crea en Él no perezca, sino que tenga vida eterna”. Es en la Cruz de Cristo donde
nosotros, abatidos, recibimos una palabra de aliento. Es en esa Cruz donde
hemos comprendido que el dolor es como una semilla; con él se siembra algo
nuevo en nosotros, sin que nosotros lo queramos. Quien no ha sufrido por algo o
por alguien, no conoce ni ama ese algo ni a ese alguien”.
El religioso aseguró que quien cree en Jesús debe cargar con
la cruz de cada día. “Esta fiesta de Nuestro Señor de los Milagros de Mailín
constituye una llamada para abrazar con amor las pequeñas o grandes cruces que
se presenten en nuestras vidas. La muerte, la enfermedad, las numerosas heridas
que el hombre recibe en la carne y en el corazón, son cruces que se convierten
para nosotros en una ocasión para dejarnos invadir más intensamente por la vida
misma de Dios. Esas cruces que nos caen encima en el momento menos oportuno son
nuestras cruces”, indicó.
“¿Qué respuesta debemos tener ante las cruces, ante el
sufrimiento? ¿De agradecimiento, porque nuestras cruces son participación de la
suya? ¿O sólo de resignación? Porque todo, y por tanto también la cruz, es
fruto del amor infinito de Dios. Jesús nos enseña con su vida la respuesta ante
la cruz. Estando en Getsemaní, padeciendo ya el comienzo de su Calvario, nos
propone el modelo de toda oración de petición. En primer lugar vemos a Jesús
dirigirse a su Padre: “Padre mío, si quieres, aparta de mi este cáliz”. Ora y
pide al Padre que aparte de Él el cáliz de su profundo sufrimiento. Y lo hace
con sangre, sudor y lágrimas. Con plena sinceridad”, agregó.
Luego dice: “Pero no se haga mi voluntad sino la tuya”. Lo
último siempre la sumisión absoluta, la entrega total a Dios. Un agradecimiento
profundo por todos los dones de Dios. Aceptación de las cruces, de los
sufrimientos y, al final, de la muerte. Y, como última actitud, “hágase tu
voluntad”. Aunque, en circunstancias puntuales, mirándole a Él y con
sentimientos similares a los suyos, tengamos que decir también: “Dios mío, Dios
mío, ¿por qué me has abandonado?”
Dios Creador llama al hombre a la existencia por sí mismo y
con su venida al mundo el hombre comienza, su “gran aventura”, la aventura de
la vida. Cada ser humano existe como un ser único e irrepetible.
La pasión de Cristo está todo el año y todos los días en
nuestras calles, en cada hombre o mujer que sufre. En cada uno de estos
hermanos nuestros, Cristo "sufre y muere", pues se identifica con
ellos. Toda deformación y cicatriz en el rostro del hombre es bofetada en el de
Cristo.
Por ello, la vida y la muerte de Cristo son una invitación
para nosotros a tener los sentimientos propios de Jesús. Su humildad y su
sencillez debe ser nuestro estilo de vida; su transparencia, nuestra verdad; su
serenidad, nuestra paz; su amor, nuestra entrega por los demás; su cruz,
nuestro consuelo y nuestra esperanza.
Por último, el Obispo recalcó: “El 15 de septiembre
conmemoramos la presencia de la
Virgen al pie de la Cruz. A Ella le pedimos que este siempre junto a
nuestra cruz. Que nos ayude a ser valientes para testimoniar, con nuestras
palabras y acciones, la única y verdadera fe de Jesucristo, el Señor de la vida
y de la historia. Así sea”.
Fuente: diariopanorama