martes, 16 de septiembre de 2008

Celebración religiosa en Villa Mailín.Como todos los años, miles de personas agradecieron al Señor de los Milagros

Más de 30 mil personas fueron parte de la denominada Fiesta Chica del Señor de los Milagros de Mailín. El Obispo Francisco Polti presidió la misa central y en su homilía llamó a los santiagueños a utilizar la libertad para construir una sociedad más justa y fraterna.

Junto al rector del Santuario del Señor de los Milagros de Mailín, el Obispo Diocesano fue parte de la celebración central realizada en la mañana del domingo. Ante los miles de fieles llegados desde todo el país y la provincia, Polti exhortó a los presentes a hacer correcto uso de la libertad para lograr una sociedad mejor.


Acompañado por Monseñor José O´Neill, de La Plata, y por el sacerdote de Jorge Ceibold de Buenos Aires, el Obispo santiagueño pidió a las personas que se constituyan en “auténticos discípulos” para lograr la sociedad que Dios desea con sus enseñanzas.


Ésta es la homilía del Obispo Polti: “Estamos, una vez más, reunidos en estas tierras donde el Señor de los Milagros quiso manifestarse; y alrededor de la Mesa de la Palabra y de la Eucaristía, después de un largo peregrinaje como manifestación de nuestro amor y fe, para dejar todas nuestras intenciones y acciones de gracias como ofrenda de la Santa Misa. Quiero, en esta oportunidad, que consideremos una realidad ganada por Nuestro Señor Jesucristo en la Cruz: nuestra libertad.


La libertad de cada ser humano, de cada hombre y de cada mujer, que pisó este mundo y que lo habitará en un futuro. Sí, es allí, en la Cruz, donde el Señor ejercita de modo sublime y con libertad plena su amor infinito a la voluntad del Padre y a la liberación de todos los hombres mediante su Pasión y Muerte, y donde alcanzará la victoria de la Resurrección.


El cristiano, nos dice San Pablo de Tarso en este año dedicado a su persona, debe vivir con la libertad que Cristo ha ganado.

Ese fue el anuncio de Jesús a los primeros cristianos, y eso continuará siendo a lo largo de los siglos: el anuncio de la liberación de la miseria y de la angustia. Ser libre, implica en primer lugar, libertad de espíritu, interior. ¿para qué? Para atrevernos a hacer un aporte a este mundo, que es único, que sólo cada uno puede hacer. En este sentido, la libertad da la riqueza de lo individual.


Cada persona es un regalo para los demás, porque es libre. Porque puede sorprender a otros con su creatividad, con sus elecciones nuevas. La libertad es lo que hace que el mundo sea siempre nuevo y atractivo porque cada uno hace un aporte único. Todos tenemos la posibilidad y la responsabilidad de “hacer” ese aporte, de esforzarnos por sacar lo mejor de nosotros, para darlo a Dios y a los demás.

De esta manera, si desperdiciamos nuestros talentos o aceptamos situaciones en las que no nos permiten desarrollar esa libertad, estaríamos desperdiciando este “tesoro de la libertad” que Cristo nos ganó pagando el precio con su sangre en la Cruz.


Por esto es importante que cada día pidamos a Dios, como hacemos en la Oración por la Patria: “danos la valentía de la libertad de los hijos de Dios…” En nuestra sociedad sigue aún vigente la visión parcial de considerar a la libertad como pura capacidad de elección, desligada de la perfección a la que está llamada la persona. Se suele pensar o decir: soy libre y por tanto puedo hacer lo que se me da la gana. Si bien esto es verdad, es un aspecto incompleto. Porque si hago lo que se me da la gana, puedo salir dañado. Un ejemplo claro es la droga y el alcohol. La verdadera libertad busca el bien del hombre y no se esclaviza en los vicios.


En este sentido, cabe referirnos a la libertad de expresión: este es uno de los grandes bienes de la sociedad actual que ha costado muchos siglos de lucha. Sin embargo, no puede ser usada para lastimar a otros en su honra. Por esto, al opinar es necesaria la debida preparación e información del caso, siempre teniendo en cuanta la verdad y la caridad. Muchas veces vemos que no asumimos nuestra tarea de construir una sociedad más justa y más fraterna.


No usamos la libertad. Como en la parábola de los talentos, no hacemos rendir el don que Dios nos has dado; y se cede casi inconscientemente a otras instancias del ejercicio de nuestra libertad. En algunas ocasiones será el Estado que asume un rol tan grande que pasa por encima de los derechos de las personas, podría decirse, se inmiscuye con prepotencia en asuntos que no le competen directamente. Muchos hombres son escasamente libres, porque han renunciado a pensar o porque han perdido su derecho a una información veraz y adecuada. La falta de información lleva a reducir a los hombres a meros individuos, recluidos al ámbito privado, a simples habitantes de un suelo, perdiendo así la capacidad de sujetos activos en la construcción de la sociedad, en el mundo del trabajo, en el progreso humano, siendo verdaderos ciudadanos comprometidos con su patria y su provincia. Los católicos que peregrinan en esta Iglesia de Santiago del Estero tienen el deber de tomar parte activa y eficaz en la sociedad, como manifestación de la libertad y junto con los demás ciudadanos, en ejercicio de un pluralismo diáfano y amable.


Así los cristianos tenemos el deber de intervenir en las decisiones humanas de las que dependen el presente y el futuro de nuestro pueblo, de nuestras familias. Hoy en día hay decisiones políticas que amenazan gravemente la vida del hombre y también su fe. Una educación donde se encuentra ausente Dios y se ha relegado la responsabilidad de los padres, primeros educadores de sus hijos. Ámbitos donde el don de la vida no es respetado desde el primer instante de su concepción hasta su muerte natural; o donde se equipara la institución del matrimonio con cualquier otro tipo de uniones. Estos grandes retos de nuestra historia que nos toca vivir han de encontrarnos, a nosotros cristianos católicos, con el sentido de responsabilidad de quienes se saben identificados con Cristo en la Cruz, que salva y libera de las esclavitudes. Debemos participar, sin miedo, para que Cristo esté presente en estas realidades y desde el misterio de su muerte y resurrección las ilumine con la claridad de su mensaje. La misión de la Iglesia no es hablar de política, ya que su única finalidad es espiritual. No corresponde entrar en la política de grupos o de partidos, ni estar vinculados a ninguna persona o ideología. Pero sí es deber de la Iglesia proclamar los grandes valores humanos, que son la base de la misión espiritual, la libertad en el centro de todos estos valores. Por ello, cabe denunciar aquello que puede atentar contra el hombre y contra su fe, respetando el legítimo pluralismo, y sobre todo confrontando las acciones con la Persona de Jesucristo, rostro humano de Dios y rostro divino de los hombres, y su mensaje salvador. Los cristianos católicos sabemos que hay valores que no son negociables, como nos decía el Papa Benedicto XVI en “Sacramento de la caridad”: “el respeto y la defensa de la vida humana, desde su concepción hasta su fin natural, la familia fundada en el matrimonio entre hombre y mujer, la libertad de la educación de los hijos y la promoción del bien común en todas sus formas”.


Entremos en la escuela del Señor Forastero, es allí donde aprendemos, como auténticos discípulos-misioneros, a conocernos a nosotros mismos, a valorar el don grande de la libertad, a comprender a los demás y a vivir de tal manera que sea Cristo presente en los hombres. ¡Señor Jesucristo, te necesitamos”! Amén.


NOTA "DIARIO PANORAMA" Santiago del Estero.

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