La comunidad católica celebró ayer el Corpus Christi, "Cuerpo y Sangre de Cristo", con una masiva peregrinación desde la Parroquia Nuestra Señora de Pompeya hasta la Catedral, donde el Arzobispo de La Plata Monseñor Héctor Aguer presidió una misa.
Los festejos comenzaron al mediodía, con una misa en la Parroquia Nuestra Señora de Pompeya, de calle 62 y 19, precedida por Monseñor Antonio Marino. Luego, alrededor de las 15, distintas comunidades de la diócesis, realizaron una multitudinaria peregrinación, de la que participaron todos los colegios parroquiales platenses, la Acción Católica, laicos, scouts, sacerdotes, seminaristas, fieles, y el intendente Pablo Bruera, que acompañó el Santísimo Sacramento.
El circuito de la columna de fieles comenzó en 62 y 19, avanzó por esta hasta 61, y desde allí siguió a calle 15. Cuando llegaron a diagonal 74, continuaron hasta 14, por donde arribaron a la Catedral.
Cerca de mil personas participaron de la peregrinación y la posterior misa, presidida por Monseñor Aguer.
En la fiesta del Cuerpo y la Sangre de Cristo, se recuerda la institución de la Eucaristía, que se llevó a cabo el Jueves Santo, durante la última cena al convertir Jesús el pan y el vino en su Cuerpo y en su Sangre.
Se trata de una celebración muy importante porque la Eucaristía "es el regalo más grande que Dios ha hecho, movido por su querer quedarse con los cristianos después de la Ascensión".
En el siglo XIII, el sacerdote alemán, Pedro de Praga, se detuvo en la ciudad italiana de Bolsena. Era un sacerdote piadoso, pero dudaba en ese momento de la presencia real de Cristo en la Hostia consagrada. Cuando estaba celebrando la misa, al pronunciar las palabras de la consagración, comenzó a salir sangre de la Hostia consagrada y salpicó sus manos, el altar y el corporal. El sacerdote quiso esconder la sangre, pero no pudo. Interrumpió la misa y fue a Orvieto, a ver el Papa Urbano IV. El Papa escuchó al sacerdote y mandó a unos emisarios a hacer una investigación. Ante la certeza del acontecimiento, el Papa ordenó al obispo de la diócesis llevar a Orvieto la Hostia y el corporal con las gotas de sangre.
Se organizó una procesión con los arzobispos, cardenales y algunas autoridades de la Iglesia. A esta procesión, se unió el Papa y puso la Hostia en la Catedral.
NOTA DIARIO EL DIA DE LA PLATA
14 DE JUNIO DE 2009.
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