El 23 de septiembre pasado fue una fecha especial no sólo para la pareja formada entre Gastón y María Emilia, sino también para el templo religioso donde sellaron su matrimonio ante Dios. Es que ese día, una noche fresca en realidad, el ahora Papa Francisco se tomó un tren desde capital sólo para venir a casarlos, y su actitud en toda la ceremonia fue tan sencilla y humilde que las propias autoridades de la iglesia la recuerdan con un dejo de asombro, orgullo y emoción. La iglesia es “Nuestra Señora de Pompeya”, ubicada en 19 y 62, y la historia de esta anécdota que ahora toma una trascendencia distinta comenzó a escribirse en junio pasado, cuando la pareja platense pidió audiencia con el por entonces cardenal Jorge Bergoglio. Gastón, practicante de fe, lo conocía desde hacía años porque Bergoglio era su confesor.
SABADO A LA NOCHE
El casamiento como se dijo fue en La Plata, un sábado a la noche. Días antes de la ceremonia, los novios llamaron por teléfono al cardenal para saber a qué hora debían enviarle un auto a capital para que lo trajera a nuestra ciudad. La respuesta de Bergoglio fue una sorpresa: “No necesito auto -les dijo-. Yo voy en el tren del Roca”.Increíble pero real, quien hasta entonces era arzobispo de Buenos Aires no tenía problemas en tomarse de noche un tren desde Constitución a La Plata para venir a celebrar un matrimonio. Aquella vez, accedió únicamente a que lo pasaran a buscar por la estación de 1 y 44 por una sola razón: tenía miedo de perderse en las diagonales de la Ciudad.
Muchos de quienes participaron de aquella ceremonia religiosa -en la que acaso fue una de las últimas visitas que el ahora Papa hizo a nuestra ciudad-, todavía recuerdan la humildad franciscana de aquel hombre y su andar sereno casi como si buscara pasar desapercibido entre la gente. Aún perdura entre los invitados a aquel casamiento el mensaje de amor destinado a los jóvenes.
Al momento de consagrar el matrimonio, recuerda con memoria fotográfica Américo Aguirre, párroco de la iglesia, Bergoglio invitó a los novios a subir al altar y les pidió que se pararan de frente a los invitados para que, desde allí, asumieran el compromiso no sólo ante Dios sino ante todos los presentes.
Cuando los recién casados se disponían a caminar el atrio, algunos familiares de la novia le pidieron a Bergoglio que saliera con ellos. El cardenal prefirió no hacerlo, y explicó la negativa de un modo simple y natural: “Las estrellas de la noche son Emilia y Gastón. El protagonismo y todos los saludos deben ser para ellos”. Sin decir más, dio por cumplida su misión y desapareció por la puerta de la sacristía.
La historia po dría terminar ahí pero tiene un último detalle. Un día antes de viajar a Roma, Bergoglio los llamó por teléfono para saludarlos y saber cómo es taba Catalina, la bebita de los recién casados. “Mañana viajo a Roma y no quería irme sin saludarlos -les dijo en tono cordial y profético-, porque todavía no sé cuando vuelvo. Es más, todavía no se si vuelvo”. Así lo contó ayer en La Nación el periodista platense Luis Moreiro, a la sazón el padre de la novia que ahora vive con emoción haber sido casada por el Papa en una parroquia de nuestra ciudad.
Publicado en el Diario EL DIA de La Plata, 15 de marzo de 2013.
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