Homilía de Monseñor Bokalic en la misa del Señor de los Milagros de Mailín
En la misa central, el obispo de la Diócesis de Santiago del Estero pronunció una homilía de profundo contenido social.
Aquí estamos con gozo y esperanza celebrando un año más la fiesta grande del Señor de los Milagros de Mailín. Aquí venimos heridos, agobiados, pobres, y necesitados, pero llenos de Esperanza y Amor porque sabemos que el Señor Forastero nos espera siempre. Venimos porque creemos en el Amor de Dios que se manifestó en su Hijo Jesús, Su Hijo Amado que entregó su vida por nosotros. Venimos confiados, sabiendo que el Señor del Mailín es fuente de gracia, de Vida Nueva, de consuelo y de fuerza, que nos sana y renueva en nuestra condición de discípulos misioneros.
Heridos y agobiados por desencuentros, por tanta soledad, desamparo, inseguridades, falta de oportunidades para crecer en justicia y en verdad. Cansados a veces de promesas o falta de expectativas que nos quitan alegría y fuerza para luchar cada día.
Es muy ansiado el encuentro con el Señor del monte santiagueño. Él nos espera con los brazos abiertos y con un corazón palpitante de amor que nos atrae. Es que en Él se han cumplido todas las promesas de nuestro Buen Dios, porque desde su Amor redentor quiso que su Hijo, encarnándose en el seno de María, compartiera todo lo nuestro. Sabemos a quién recurrimos, nada de lo nuestro le es ajeno. “Tenemos un sumo sacerdote que atravesó por todas las pruebas y durezas de la vida humana. No esquivo nada. Quiso hacerse uno de nosotros, para experimentar en su vida dolor, desamparo, mentiras, violencias, pobrezas, desarraigo, muerte. Y todo lo ha hecho por amor a cada uno de nosotros. Cómo no vamos a venir con un corazón confiado!!
Al hacerse hombre pudo experimentar en carne propia el sufrimiento de lo que es capaz el corazón soberbio, egoísta e idolatra, que se cierra en sí mismo y olvida de sus hermanos y de su Dios. Sabemos en quien hemos puesto nuestra fe y esperanza. Con esta confianza que brota de nuestro corazón creyente, venimos a renovar esta Alianza de amor, no por nuestros meritos, sino porque Él nos amo primero. El comenzó esta obra de amor.
Culminando el tiempo de la Pascua, celebramos la solemnidad de la Ascensión de Señor. Los apóstoles, lentos para comprender la Palabra de Dios, tuvieron la gracia de ver a Jesús Resucitado. El mismo Crucificado, que cargo sobre si todo el pecado y mal del corazón humano, les dio pruebas clarísimas que vivía, los instruyó en los misterios del Reino, en el sentido de las Escrituras, los confirmó en la Fe y en la Misión. Pero no comprendían todavía el misterio de su persona , sus palabras y obras. Por ello le preguntan “será ahora que vas a instalar el Reino? Qué Reino esperaban los discípulos y apóstoles?
Seguían soñando en un Reino terreno, que se basa en el poder, honores y riquezas, en privilegios y bienestar, buscando comodidades y una vida segura al lado de Jesús. Jesús vuelve hablarles del Espíritu que les iba a enviar para instruirles más plenamente. Con la Ascensión se inicia una nueva presencia del Señor. Antes le conocían por los sentidos, ahora está presente por la Fe. “…, Jesús se queda presente y operante en las situaciones de la historia humana con la potencia y los dones de su Espíritu; está al lado de cada uno de nosotros: mismo si no lo vemos con los ojos, él está, nos acompaña y guía, nos toma de la mano y nos levanta cuando caemos.” Papa Francisco 01.06.14
Su lejanía física no es abandono de los suyos. “Les conviene que yo me vaya, porque si no me voy , no vendrá a vosotros el Paráclito, pero si me voy , os lo enviare” Jn. 16,7. Pero como Cristo es Dios, es omnipotente. Y para Él no hay imposibles. Se va, pero se queda al mismo tiempo, como lo hizo la noche bendita del Jueves Santo al instaurar la Eucaristía. Sólo su amor podía tener esas ocurrencias. Pero el suyo es un amor todopoderoso y eficaz. Cristo se va, pero se queda con nosotros. ¡Qué maravilla! ¡Qué enorme consuelo para nuestra soledad y para nuestras horas de tristeza, de oscuridad, de abatimiento, de derrota! Para Él no hay imposibles.
Unos hombres de blanco les dijeron “por qué siguen mirando al Cielo?” Qué es mirar al cielo? Quizá era la nostalgia del amigo que se apartó físicamente de ellos. El cielo es también meta de nuestro peregrinar. Encontrarnos con el Señor de la Historia, que nos espera y que volverá al final de los tiempo como Juez y Señor. Esta exhortación dejar de “mirar el cielo”, nos hace pensar que empezaba el tiempo de la misión para la que fueron elegidos y formados: ser mensajeros del Reino. Un Reino de Justicia, de Amor, de Verdad, de Paz, de Reconciliación. Sin dejar de mirar el cielo, hoy nuestro compromiso es servir y trabajar por el Reino de Jesús. Es hora de tomar el arado y comenzar a trabajar.
Como discípulos misioneros –animados y fortalecidos por el Señor de Mailín- nos envía a ser mensajeros y constructores del Reino de Jesús. Como los apóstoles encontramos muchas contradicciones e incoherencias, muchos males en nuestra sociedad, que no condicen con nuestra condición de cristianos. ¡No podemos seguir proclamando a Jesús nuestro Señor y servir o tranzar con el reino del Mal!
Con el reino del Mal de negociados oscuros en lo que se juegan con la vida de nuestra familias, llevándolas a la miseria y marginación, a las violencias dentro y fuera del hogar, a las violencias de género donde se castiga la parte más débil, la mujer y madre.
Negociados oscuros en lo que se juegan con la vida inocente que se gesta en el seno materno, con niños huérfanos por falta de hogar, cariño y contención, con una multitud de jóvenes sin esperanza de llegar a tener su primer trabajo, con ancianos que subsisten en la enfermedad, en la soledad y sin la merecida atención.
Seguimos viendo cómo se sigue destruyendo nuestra naturaleza, nuestra tierra, que es creación de Dios y patrimonio de la humanidad, por afán de lucro, de enriquecimiento, de codicia. Esta tierra, tan llena de bosques y monte, ha quedado arrasada en muchísimos lugares, empujando al desarraigo de numerosos hermanos nuestros que tuvieron que partir a otras tierras, buscando los medios necesarios para vivir con cierta dignidad. Esto que paso hace muchos años, sigue dándose hoy. Y la tierra, que nos posibilita vivir con dignidad, pues es fuente de trabajo, se ha convertido a veces en desierto. Esta tierra que era y es nuestra casa nos recibe empobrecida por el maltrato que ha recibido.
El Papa Francisco decía en el encuentro de movimientos populares: ¡Ninguna familia sin vivienda! ¡Ningún campesino sin tierra! ¡Ningún trabajador sin derechos! ¡Ninguna persona sin la dignidad que da el trabajo!” El acaparamiento de tierras, la desforestación, la apropiación del agua, los agrotóxicos inadecuados, son algunos de los males que arrancan al hombre de su tierra natal. Esta dolorosa separación, que no es sólo física, sino existencial y espiritual, porque hay una relación con la tierra que está poniendo a la comunidad rural y su peculiar modo de vida en notoria decadencia y hasta en riesgo de extinción.
La otra dimensión del proceso ya global es el hambre. Cuando la especulación financiera condiciona el precio de los alimentos tratándolos como a cualquier mercancía, millones de personas sufren y mueren de hambre. Por otra parte se desechan toneladas de alimentos. Esto constituye un verdadero escándalo. El hambre es criminal, la alimentación es un derecho inalienable. Sé que algunos de ustedes reclaman una reforma agraria para solucionar alguno de estos problemas, y déjenme decirles que en ciertos países, y aqui cito el Compendio de la Doctrina Social de la Iglesia, “la reforma agraria es además de una necesidad política, una obligación moral” (CDSI, 300). Construir el Reino de Jesús, es cuidar la tierra, cultivarla, mejorarla. Es tierra sagrada porque aquí quiso quedarse el Señor para recibirnos, bendecirnos y fortalecernos en nuestra misión. 28.10.2014 en Roma.
Mirar el cielo, con sentido trascendente, sabiendo que Jesús glorificado ya está junto al Padre, pero que no nos abandona. Al contrario esta mucho más cerca nuestro, dándonos fuerzas para ser buenos trabajadores del Reino de Justicia y Paz. Esta es la hora de la misión, esta es la hora de los discípulos-misioneros llamados a colaborar, a continuar con la obra de Jesús. Este Reino de Vida, sufre violencias y persecuciones de todo tipo. Muchas veces abandonamos el camino. Pero hay hermanos nuestros que entregaron la vida por ese Reino. Hoy queremos recordar a Mons. Romero, obispo de Salvador, de Centroamérica. Cayó víctima de la violencia por predicar y entregar su vida por el Reino de Jesús. En tiempos de conflictos, de atropellos a los derechos humanos, de muchísimas injusticias era la voz de los que no tienen voz. Y cayo fiel a Jesús, a la Iglesia y a los pobres de su querida tierra. Mons. Romero será beatificado, casi santo el sábado próximo, 23 de mayo.
Fiesta de Mailín es tiempo de gracia y encuentro. ¡Cuántos nos hemos reencontrado junto al Señor, cuántos han preparado todo esto con mucho cariño y fe! Nuestros hermanos del Decanato, -sacerdotes y laicos- a través de un trabajo común nos señalan el camino. Superando individualismos y personalismos, a través de reuniones de trabajo, fueron diseñando la celebración. Testimonio que nos marca un rumbo como Iglesia servidora de la sociedad. En tiempos de disputa por puestos, por cargos y poder, nuestros hermanos nos marcan un estilo: el de compartir talentos, propuestas, compromisos para servir al peregrino que llega a la Villa. Esta es nuestra Iglesia de Santiago del Estero, en camino hacia una nueva Asamblea Pastoral en el próximo mes de julio.
El Señor nos dio dones y talentos para ponerlos al servicio de los hermanos y ser más efectivos en la construcción de su Reino. Es Reino de Fraternidad, y Reconciliación, valorando lo mejor que tiene mi hermano para buscar caminos de evangelización que puedan llegar a los más alejados y excluidos. Jesús entrega su vida para “reconciliar, para unir los que está roto, para llamar a todos a la mesa de la Vida. Es nuestra misión: ser sal y levadura de comunión, en nuestra sociedad dividida por antagonismos y enemistades.
Hermanos, queridos peregrinos, pidamos a nuestra Madre, la Virgen María nos conceda el don de saber amar como ella supo amar. Que seamos como Ella testigos suyos en el mundo, instrumentos de paz, de unidad.
Contemplemos al Señor, su Hijo amado, nuestro Amo y Señor y pidamos un corazón compasivo y misericordioso como el Suyo. Confiados en su presencia cercana y atenta digamos como oración SEÑOR DE MAILIN, DANOS VIDA SOMOS TU TIERRA.
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